PROMOVER EL LIDERAZGO FEMENINO


PROMOVER EL LIDERAZGO FEMENINO

Potenciar el liderazgo femenino tiene relación con trabajar sesgos inconscientes en las áreas de selección y desarrollo inconscientes en las áreas de selección y desarrollo de carrera, mejorar el equilibrio de la vida laboral, familiar y personal de toda la organización, prevenir el acoso laboral y sexual, entre otras cosas ya que es necesario generar un ambiente seguro para el crecimiento y desarrollo personal al mismo tiempo que se entiende como política corporativa que los roles fuera de la oficina tanto de mujeres como de hombres, no deben ser evaluados ni asumidos con diferencia.

 

El objetivo de este BLOG, es analizar la evolución de las brechas salariales de género especialmente en España y observar las diferentes consecuencias de esta.

Se produce discriminación laboral cuando dos trabajadores con capacidades similares en términos de productividad son tratados de forma diferente simplemente por tener características personales distintas, cómo, por ejemplo, el género, la raza, la edad, la nacionalidad o la orientación sexual (Arrow, 1973).

 

En las últimas décadas se ha progresado considerable en materia de igualdad de género dentro del mercado laboral en España. Sin embargo, a día de hoy en los países más desarrollados, la discriminación de las mujeres en el ámbito laboral se ha convertido en un tema de debate social. La discriminación no solo conduce a resultados desiguales, sino que también genera importantes pérdidas de eficiencia o una mala asignación de los recursos. Estos efectos negativos sobre la eficiencia pueden ser directos como, por ejemplo, la pérdida de talento, o indirectos, como los desincentivos para invertir en capital humano por parte del grupo discriminado. Varios estudios recientes (Ferrant, 2015; Ferrant y Kolev, 2016) demuestran que la discriminación de las mujeres en general en las instituciones sociales dificulta el crecimiento económico en el largo plazo. Ferrant y Kolev (2016) encuentran una relación negativa entre la discriminación de género y la renta per cápita de un país, indicando que el coste económico de la discriminación de género es particularmente alto. Las mujeres siguen recibiendo retribuciones significativamente inferiores. Por ejemplo, según los datos publicados por Eurostat, en 2022 el salario medio por hora de las mujeres fue prácticamente un 9,4% inferior al de hombres. Estiman que el efecto sobre el PIB global actual de la discriminación puede llegar ser del 16%. Asimismo, otros estudios evidencian que las desigualdades de género en el mercado laboral impiden el crecimiento económico (Klasen y Lamanna, 2009; OCDE, 2012; Cuberes y Teigner, 2013; Woetzel et al., 2015). En concreto, se estima que en los países OCDE, la renta aumentaría en un 12% si las tasas de participación de las mujeres alcanzaran las tasas de los hombres en el año 2030 (OECD, 2012). 

 

Por último, la discriminación de las mujeres también tiene un importante impacto sobre las finanzas públicas. Por un lado, si las mujeres no pueden desarrollar su carrera profesional con normalidad se pierde una parte de las bases imponibles asociadas a su menor tasa de empleo y menores salarios. Por otro lado, algunas inversiones públicas como la educación pierden rentabilidad si no pueden ser plenamente aprovechadas. En este sentido, Abio et al. (2017) en un análisis de ciclo vital para España encuentran que los hogares con mayor nivel educativo, a través de su participación en el mercado laboral, son los que más contribuyen al sistema público, mayores impuestos y contribuciones y menor uso de las transferencias públicas. Aunque es conocido que las brechas de género son generalizadas en cualquier indicador del mercado laboral. 

Las brechas de género son, por su propia naturaleza de medida, las diferencias entre dos colectivos no directamente comparables, de difícil análisis, y tanto su lectura como su interpretación deben realizarse de manera condicionada a aquellos factores considerados para su cálculo. Por ejemplo, en la actualidad en España los hombres tienen, de media, un mayor número de años de experiencia (debido a la incorporación tardía de la mujer al mercado de trabajo) mientras que las mujeres tienen un mayor nivel educativo medio; por lo que si tratamos de comparar ambos grupos de manera directa debemos tener en cuenta que no es posible darle a tal comparación una interpretación causal. Es decir, no podemos asumir que dichas diferencias se deban exclusivamente al género de la persona y, por lo tanto, tengan carácter discriminatorio. El análisis de brecha salarial sin ajustar tiene un contenido –y una lectura– de carácter descriptivo, sin implicar ningún carácter discriminatorio en sí mismo. Es por este motivo que debemos distinguir entre brecha salarial sin ajustar y brechas de género ajustadas. Ambos conceptos son claves en la discusión de las diferencias salariales y se deben medir de forma distinta.

 

Las mujeres representan el 50% del talento de un país y resultan un activo económico muy relevante, al contribuir de forma determinante en las empresas, en las finanzas públicas y en el crecimiento económico. Empíricamente, cuanto mayor es la tasa de participación laboral de las mujeres de un país y menor la brecha salarial, mayor es la tasa de crecimiento del PIB y mayores son los ingresos públicos. En el caso de España, sin la incorporación de la mujer al mercado laboral, difícilmente se podría explicar el anterior ciclo de crecimiento de la economía española. En 1985 sólo participaba el 35% de las mujeres en edad de trabajar (15-64), en la actualidad la participación de las mujeres se sitúa por encima de la media de la UE con el 68%. 

Sigamos trabajando, es hora de romper el techo de cristal de una vez por todas y construir un futuro donde el talento y la capacidad no conozcan límites de género. 

Las mujeres representan el 50% del talento de un país y resultan un activo económico muy relevante, al contribuir de forma determinante en las empresas, en las finanzas públicas y en el crecimiento económico. Empíricamente, cuanto mayor es la tasa de participación laboral de las mujeres de un país y menor la brecha salarial, mayor es la tasa de crecimiento del PIB y mayores son los ingresos públicos. En el caso de España, sin la incorporación de la mujer al mercado laboral, difícilmente se podría explicar el anterior ciclo de crecimiento de la economía española. En 1985 sólo participaba el 35% de las mujeres en edad de trabajar (15-64), en la actualidad la participación de las mujeres se sitúa por encima de la media de la UE con el 68%. 

Sigamos trabajando, es hora de romper el techo de cristal de una vez por todas y construir un futuro donde el talento y la capacidad no conozcan límites de género. 

 

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