"Pequeña Miss Sunshine": una realidad.


"PEQUEÑA MISS SUNSHINE": UNA REALIDAD


Cuando mencionamos los concursos de belleza infantiles no podemos evitar pensar en niñas con excesivo maquillaje, unos peinados extravagantes y una imagen muy forzada de la infancia. Al hablar de este tipo de concursos podemos pensar en muchas ocasiones que estas imágenes están sesgadas y que nos estamos dejando llevar por la imagen que se da de estos concursos en el cine o las series de televisión, como por ejemplo en la famosa película Pequeña Miss Sunshine, que es algo exagerado y que en la vida real no es así. 

Sin embargo, no lejos de la realidad se encuentran estas ideas. Lo que se nos puede transmitir a través del cine sobre los concursos de belleza es tan solo la punta del iceberg en relación a los excesos y comportamientos deplorables que se dan entorno a los mismos. 

Pero hagamos un repaso de la importancia que dan a  estos certámenes, sobre todo entre la población estadounidense.


Es conocida la popularidad de los concursos de belleza en Estados Unidos, llegando a mover aproximadamente 5.200 millones de dólares al año (Flechas, C., s.f.), pero no es el único país donde se dan estos certámenes de belleza. 
Uno de los motivos por los que estos concursos son tan aclamados y seguidos, especialmente en Estados Unidos, es debido a que estos son televisados en horario familiar (García, F., 2021; Flechas, s.f.). En dichos concursos, participan por lograr la victoria de niñas que oscilan entre los 19 meses hasta 12 años de edad, por lo que podemos asumir que la voluntad de participar en estos concursos, así como el consentimiento, está sesgado por la participación de sus padres y madres, generalmente guiados por intereses económicos y la búsqueda de éxito a costa de cualquier cosa, llegando incluso a obligar a sus hijas a someterse a procedimientos como inyecciones de bótox o el uso de cera depilatoria, como en el caso de Britney Campbell (UPSOL, 2017). 
En dichos concursos todo está permitido para ganar, incluyendo el uso de dietas restrictivas en estas niñas, así como el uso de maquillaje, pelucas, ropa inapropiada o sexualizada para una niña o incluso procedimientos estéticos, viéndose fuertemente dañada la salud física y mental de las jóvenes participantes.




Pero, ¿qué supone o puede suponer para las niñas que participan en los concursos de belleza estos mismos concursos? y, ¿qué reflejan estos concursos a la población, especialmente a las niñas que los ven?

Una de las consecuencias directas de estos certámenes es la enseñanza que da a las niñas, tanto a las que participan como a las que no. Esta enseñanza remarca la importancia de no solo ser bella, sino el deber de ser la más bella, como única vía para poder tener éxito, además de la fuerte importancia que se le da a ese éxito (García, F., 2021).
Desde edades cada vez más tempranas, recordemos que en estos concursos pueden participar desde niñas de 19 meses, se presiona para seguir unos cánones extremos para poder ser aceptadas y validadas por la sociedad. Siguiendo esta línea, los certámenes muestran una imagen irreal de las niñas, así como deseada, exponiendo la innecesidad de poner límites entorno al propio cuerpo si lo que se desea es ser exitosa. Según Camila Mella, directora de Contenidos de La Rebelión del Cuerpo, este tipo de concursos afectan de manera negativa sobre "la autoestima, identidad y posición social de las niñas que están expuestas a estos certámenes".

Otro de los puntos que más se critican en estos concursos de belleza es la hipersexualización que se hace de las menores que participan en estos certámenes. 
Massiel (2014) define esta sexualización infantil como "la propensión de adelantar los comportamientos y actitudes sexuales a edades tempranas" (p.2). Las niñas que participan están obligadas a bailar y a modelar ropa inapropiada para su edad, así como bañadores, adoptando conductas alejadas de la edad que realmente tienen. Uno de los ejemplos más extremos de esta hipersexualización es el uso de implantes de pecho y glúteo en niñas de aproximadamente unos 6 años, como es el caso de Maddy Jackson (UPSOL, 2017). 

Según UNICEF, se estima que 1.1 millones de niñas han sido víctimas de violencia sexual en sus vidas, en muchos casos atraídos por eventos como los concursos de belleza infantiles (Flechas, C., s.f.).






A través de la información que se ha dado es sencillo determinar la necesidad de acabar con este tipo de concursos en los que ni siquiera existe un verdadero consentimiento por parte de las concursantes debido a su baja edad, en los que padres y madres están dispuestos y dispuestas a acabar con la salud tanto física como mental de sus hijas con el único objetivo de mejorar su estatus familiar y/o económico. 
Cada vez son más países, especialmente en Latinoamérica, que se están sumando a la prohibición de estos concursos que promueven una imagen totalmente alejada de la realidad de niñas y que perjudican el desarrollo psicológico de estas mismas niñas. Es necesario acabar con esta imagen de la infancia en el que muchas niñas pueden verse reflejadas y captar la idea que transmiten de éxito como una necesidad  que seguir, generando una presión horrible por mantenerse bellas y delgadas desde edades cada vez menores. 



"La belleza es gentil y buena. Camina entre nosotros como una madre joven, casi avergonzada de su propia gloria." Y el apasionado dice: "No, la belleza es cosa de poder y temor, como una tempestad sacude la tierra bajo nuestros pies y el cielo sobre nosotros." 

 Khalil Gibran, El profeta


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