QUÉ CONLLEVAN LOS MANDATOS DE GÉNERO

QUÉ CONLLEVAN LOS MANDATOS DE GÉNERO
                
Mandatos de género se entienden como los roles, normas y estereotipos impuestos a hombres y mujeres en función de su sexo. Estos mandatos no son "naturales", sino construcciones sociales, lo que significa que son históricos, culturales y psicosociales. Por esta razón, varían según el momento histórico y el contexto cultural en que se desarrollen. En el caso de las mujeres, los mandatos de género se concretan en una serie de expectativas y normas que deben cumplir para encajar en el ideal de la "buena mujer patriarcal", aquella que asume los roles de cuidado y afectividad, así como la posición subordinada que le asigna la sociedad.

Por otro lado, el malestar de género se refiere a las consecuencias negativas que estos mandatos patriarcales tienen sobre las mujeres. Estas afectan de manera integral su salud, tanto psicológica como física, ya que los mandatos limitan su desarrollo personal, su autonomía y su bienestar, perpetuando desigualdades y generando una presión constante para cumplir con estas expectativas sociales.

 

 

 

La socialización de género es el proceso mediante el cual las personas aprenden y asimilan los roles, normas y comportamientos que la sociedad asigna según el sexo. Desde la infancia, a través de la familia, la escuela, los medios de comunicación y otros espacios sociales, se transmiten mensajes que moldean la identidad y las expectativas de hombres y mujeres. Estos mandatos no son naturales, sino construcciones sociales que varían según el contexto histórico y cultural, y tienen un impacto profundo en cómo las personas entienden y desempeñan su papel en la sociedad.

En el caso de las mujeres, los mandatos de género enfatizan la importancia de la belleza, la sumisión, el cuidado de los demás y la renuncia a las propias necesidades. Frases como “tienes que estar siempre guapa” o “una buena madre se sacrifica por sus hijos/as” son ejemplos de cómo se refuerzan estas normas. Estos ideales impuestos no solo limitan el desarrollo personal de las mujeres, sino que también pueden generar sentimientos de culpa, vergüenza o fracaso cuando no se alcanzan. Además, la presión por cumplir con estas expectativas perpetúa desigualdades estructurales y afecta tanto la salud psicológica como física de las mujeres.

Por otro lado, la socialización masculina promueve la fortaleza, la independencia y el liderazgo, desalentando la expresión de emociones vulnerables como el miedo o la tristeza. Esto genera dificultades para que los hombres busquen apoyo emocional o médico, afectando también su bienestar integral.

Hay que reconocer que los mandatos de género son construcciones sociales y no realidades innatas es un paso esencial para cuestionarlos. Al hacerlo, se abre la posibilidad de construir identidades más libres y equitativas, permitiendo que tanto mujeres como hombres se desarrollen plenamente, sin las limitaciones que imponen los estereotipos de género.

Con todo esto, los mandatos de género moldean profundamente la identidad de las mujeres, definiendo cómo debemos pensar, sentir y actuar para cumplir con estos roles tradicionales que se nos han asignado. Estos mandatos, que promueven la dependencia emocional, la sumisión y el sacrificio, vinculan la identidad femenina con el cumplimiento de expectativas externas, como ser cuidadoras, atractivas y ser buenas madres. No solo sentir unas exigencias por parte de la sociedad, sino crear la propia identidad de cada una con estos mandatos. 

Esta construcción social afecta directamente la autoestima de las mujeres, que queda condicionada por la validación externa en lugar del autoconocimiento. Cuando no logran cumplir con estas normas, muchas experimentan culpa, frustración y una constante sensación de insuficiencia. Esto, a su vez, puede derivar en problemas de salud mental, como ansiedad o depresión. Estar en un conflicto interno constante genera un malestar que, en muchos casos, se “normaliza” al considerarse parte de lo que las mujeres "deben hacer y ser."

Además, el conflicto entre los mandatos tradicionales y el deseo de autonomía puede generar tensiones internas que dificultan el desarrollo de una autoestima sólida. Cuestionar estas normas y fomentar una identidad basada en los propios valores y fortalezas es clave para promover el bienestar emocional de las mujeres.

EJEMPLOS: 

·         “Si me dedico a mi carrera, siento que descuido a mis hijos; si me dedico a ellos, siento que estoy sacrificando mi futuro profesional”

·         “Siempre siento que tengo que verme bien, incluso cuando estoy agotada”

·         “Si salgo sin maquillaje, me preguntan si estoy enferma o cansada”

·         “Me cuesta aceptar que mi cuerpo cambie con el tiempo, aunque sea algo completamente natural”

·        “Si digo que necesito un descanso, me miran como si fuera una mala madre o una mala esposa”

 

 






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